I Domingo de Adviento
El Primer Domingo de Adviento inaugura un tiempo de esperanza y vigilancia, en el que somos invitados a contemplar la venida del Señor con los ojos de la fe. El Evangelio de Lucas nos presenta una escena cargada de símbolos apocalípticos, pero lejos de infundir miedo, Jesús nos llama a levantar la cabeza y a mantenernos firmes, recordándonos que nuestra liberación está cerca. Este mensaje es profundamente esperanzador: ante las dificultades y angustias que podamos experimentar en la vida, Dios se hace presente como la fuente de nuestra redención y nuestra fortaleza. Adviento, por tanto, es una invitación a descubrir la cercanía de Dios en medio de los desafíos del mundo.
Sin embargo, Jesús nos advierte sobre el peligro de la distracción y la tibieza espiritual. Las «inquietudes de la vida» y la superficialidad pueden embotar nuestro corazón y alejarnos del propósito verdadero de nuestra existencia: vivir en comunión con Dios y con los demás. Por eso, este tiempo es también una llamada a la vigilancia activa y a la oración constante, para que nuestra vida esté alineada con el Reino de Dios. En este Adviento, cultivemos un corazón despierto y abierto al encuentro con el Señor, renovemos nuestra fe y vivamos con esperanza, sabiendo que el Hijo del Hombre viene con poder y gloria para restaurar todas las cosas.