Inmaculada Concepción de la Virgen María
El relato de la Anunciación, que leemos en el Evangelio de Lucas, nos introduce al misterio central de la fe cristiana: la encarnación del Hijo de Dios. En este pasaje, María aparece como el modelo de fe y disponibilidad total al plan de Dios. Su respuesta al ángel, “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”, muestra una confianza absoluta en el Señor, incluso ante lo humanamente incomprensible. La expresión «llena de gracia» subraya que María ha sido elegida y preparada por Dios desde siempre para esta misión única, convirtiéndose en la nueva Eva, cuya obediencia contrasta con la desobediencia del pecado original. Por eso, en la celebración de la Inmaculada Concepción, reconocemos a María como libre del pecado desde su concepción, como un regalo de Dios para que fuera la madre digna de su Hijo.
Este texto también nos invita a reflexionar sobre cómo Dios actúa en lo cotidiano y en lo inesperado. María es una joven de Nazaret, un lugar insignificante en su tiempo, pero es ahí donde Dios elige realizar su obra más grande. Esto nos recuerda que Dios no busca a los más poderosos, sino a los humildes y disponibles. El ángel le dice: “No temas”, palabras que resuenan para cada uno de nosotros cuando sentimos el peso de las decisiones importantes o los desafíos de la vida. María, con su “sí” confiado, se convierte en ejemplo para nosotros, enseñándonos a confiar en que, aunque no comprendamos completamente los planes de Dios, Él siempre actúa para nuestro bien. Hoy, celebrando su Inmaculada Concepción, le pedimos a María que nos ayude a decir nuestro propio «sí» a Dios con alegría y esperanza.