Parroquias: Esclavitud
Cuatro cosas están hablando, al peregrino y devoto de Nuestra Señora de la Esclavitud, del poder de intercesión de la Santísima Virgen en favor de sus tiernos hijos que, aquí en este lugar por ella elegido, la veneran e invocan con filial devoción: la imagen, el nombre, el templo y los muchos cuadros y exvotos, ofrecidos en su honor por fieles, por Ella favorecidos con alguna gracia extraordinaria.
La imagen es de piedra, esculpida por orden del párroco, D. Juan Páez Mondragón, poco después del año 1582. Con motivo de haber recibido un señalado favor de la Santísima Virgen, saliendo ileso de un accidente en el campo; cuando estaba a punto de ser aplastado por un árbol, invocó a la Virgen y se vio libre del peligro, y agradecido quiere registrar el hecho colocando esa imagen encima de la fuente del lugar, al lado del camino real de Pontevedra a Santiago -llamándose desde entonces la Fuente Santa-, como otras muchas que se encuentran a la vera de los caminos, en las encrucijadas y corredoiras de Galicia que están mostrando al viajero y caminante un símbolo de la auténtica religiosidad de este pueblo creyente y de arraigada piedad mariana.
En el año 1732, con ocasión de pasar por este camino un hombre hidrópico y tullido, procedente del valle del Salnés, que se dirigía a Santiago, transportado en un carro del país para ser allí hospitalizado, invocó de corazón a la Santísima Virgen, a la Virgen, a la vista de esta su venerada imagen, a la vez que bebió un poco de agua de la Fuente, notando seguidamente una extraordinaria mejoría, levantándose del carro y permaneciendo aquí tres días, al final de los cuales se encontró completamente sano, regresando a su casa por su pie y donando a la Virgen el carro y los bueyes por el extraordinario favor recibido de la celestial Señora.
NOMBRE DE LA ESCLAVITUD. Se lavantó, entonces con este primer donativo una pequeña capilla a donde fue trasladada la imagen pétrea de la Santísima Virgen, que desde esta fecha sería venerada e invocada bajo el título de Nuestra Señora de la Esclavitud, porque el enfermo hidrópico y tullido, al final de los tres días exclamó: “Bendita seas ¡oh Virgen Santísima! que me libraste de la esclavitud de la enfermedad, en que por tanto tiempo me hallaba”. Esta es la razón por que, desde ahora, comienza a venerarse a la Santisima Virgen bajo esta nueva advocación de Nuestra Señora de La Esclavitud. Es nombre de ignonimia y desprecio para los paganos; y es que para ellos nada había tan despreciable como un esclavo; sin embargo viene a ser un nombre glorioso en el verdadero sentido cristiano, porque significa liberación, rotura de ligaduras (las enfermedades, desgracias, et… esclavizan al hombre en el cuerpo y en el alma) del hombre caído, atado y oprimido por la enfermedad incurable de la que ningún poder humano podía liberarlo, y sí sólo el poder divino, ejercitado por intercesión de la Santísima Virgen. Esta palabra “esclavitud”, significa también, en sentido profundamente cristiano, entrega absoluta y completa, renunciando a la propia voluntad divina, como hizo la Santísima Virgen, cuando dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Someterse a la voluntad de Dios, ocmo un esclavo a la voluntad de su amo, he ahí lo que hizo la Santísima Virgen; entrega total y sin reserva al servicio de su Creador; por eso la ensalzó sobre toda la humana criatura y por eso esta advocación de Nuestra Señora de La Esclavitud es una de las más gratas a la Madre de Dios.
Este nombre, pues, de Esclavitud por el que fue conocido siempre este Santuario y que ahora comienza a sustituir al de la parroquia, siendo ya más conocida por el de Esclavitud que por el de Cruces, a nadie se le hubiese ocurrido introducirlo, no teniendo como base histórica el hecho de la curación del hidrópico y tullido por la intercesión de la Santísima Virgen María, quien se complace en ser honrada y, sobre todo, imitada bajo esta nueva advocación mariana. Por lo que, todos aquellos que la invocaron, bajo esta advocación de La Esclavitud y consiguieron por su mediación alguna gracia, quedan obligados a mostrarse agradecidos con Ella, sirviendo en adelante mejor a su Hijo, como más files y perfectos cristianos, y a la Madre con una especial y efectiva devoción que lleve consigo la práctica de las virtudes de que nos dio ejemplo. Si así fuere, como es de esperar, este y otros santuarios servirán para avivar y fortalecer la fe y religiosidad de nuestro pueblo, que es lo que, din duda, pretendió la Santísima Virgen al escoger este lugar y advocación para ori y atender las peticiones de las necesidades de sus hijos de la tierra.
EL TEMPLO ACTUAL sustituyó a la antigua capilla. Es suntuoso y espléndido, levantado en un altozano, sobre las riveras del Sar, en las proximidades de Iria y Padrón, a 16 km de Santiago de Compostela, al lado mismo de la carretera general, frente a la estación de ferrocarril, con un paisaje amplio y delicioso, con esbeltas y airosas escalinatas, que dan acceso al atrio; dos altas y elegantes torres; una solidísima mole, toda de piedra, construída en poco tiempo, con arreglo a un plan preconcebido, coronada por una elevada cúpula, con amplio atrio, cerrado por muros de piedra y simétricas y elegantes pirámides, y contiguo el hermoso campo del Santuario con frondosos árboles, convidando al peregrino y romero a descansar bajo su sombra. La iglesia estaba edificada en 1743, toda vez que, en esa fecha, se contrata con Alejandro Domínguez, vecino de Tuy (Pontevedra) la pintura y dorado del “retablo del altar y capilla mayor de este santuario, en donde se halla la imagen de La Esclavitud”. El resto de la obra se terminó en 1750, según inscripción grabada encima de la Fuente Santa: “Hoc opus conclusum vidimus, anno Domini 1750”, dieciocho años después de ocurrido el prodigio de la curación del hidrópico y tullido.
Resulta inverosímil que se edificara en tan poco tiempo este templo, independiente de la iglesia parroquial, si no fuere debido a una extraordinaria contribución de donativos de fieles y romeros, venidos de todos los contornos y pueblos lejanos, tomando como punto de partida el favor extraordinario, alcanzado por la Santísima Virgen al piadoso enfermo del valle del Salnés en 1732. Todo este conjunto de detalles hace que este Santuario sea “uno de los santuarios marianos más populares de Galicia” y “La milagrosa imagen de la Virgen”, una de las más veneradas e invocadas por los fieles, no sólo de las comarcas próximas, sino también de tierras lejanas.
ARQUITECTURA DE LA IGLESIA. La planta de la iglesia es de cruz latina, de regulares proporciones: unos 42 m de largo, 18 de ancho en las capillas y 7 m en el resto. Es una sola nave, dividida en tramos rectangulares desiguales por pilastras, adosadas a los gruesos muros, de sillería en su totalidad. Al frente se hallan las dos torres cuadradas, y todo rodeado de ancho atrio, al que conduce una escalera que alberga la fuente, origen del Santuario. El alzado es de gran esbeltez en sus proporciones y se dispone lógicamente sobre elementos preparados en la planta.
Las pilastras adosadas al muro sirven de apoyo al cornisamento del que arrancan los arcos fajones, de medio punto, con un poco más de altura en el semicírculo, dando lugar a la bóveda de cañón con lunetos en el segundo y tercer tramo para poder acomodar las ventanas. El crucero ser cubre con cúpula sobre pechinas y la sacristía con bóveda de arista. El conjunto, excepción hecha de las torres y la linterna de la cúpula, está protegido con una armadura general de tejado común a dos aguas, apoyado en el trasdós de las bóvedas.
Esta estructura explica ya la filiación artística del edificio. La arquitectura barroca compostelana adoptó para sus templos, junto a la organización de tipo jesuítico, la simple planta de cruz, con cúpula sobre pechinas en el crucero. Tal ocurre con la capilla del Cristo de Burgos de la Catedral, la iglesia de las Huérfanas, la de las Madres Mercedarias, la de la capilla de la Tercera Orden de San Francisco, la de la Virgen del Socorro de San Martin Pinario, la monumental iglesia de Belvís y la capilla del Cristo de Conjo, entre otras. Su relación con el Santuario de La Esclavitud es evidente, inspirado en la arquitectura compostelana.
Son, además, compostelanas las formas arquitectónicas y decorativas. Las pilastras de orden toscano con el frente rehundido en torno a un rectángulo estuvieron de moda en el primer tercio del siglo XVIII, utilizados por Casas y Sarela.
La decoración a base de casetones más o menos ornamentados de los arcos torales y del friso del barroco entablamento, está tomada de las iglesias de las Huérfanas, de Velasco, y de las de las Madres Mercedarias, de Romay.
La linterna de la cúpula, con su cuerpo de luces, cuyos vanos encuadran volutas, dispuestas en sentido perpendicular, su media naranja y su remate, es gemela de las de la mayoría de las citadas iglesias y capillas.
La fachada revela el mismo origen, aunque con notorias influencias extrañas. Puede considerarse dividida en tres cuerpos.
Comprende el primero la puerta, enmarcada por movida moldura entre pilastras análogas a las del interior, que rematan en cornisado muy barroco, con algunas placas. El segundo concentra en sí la atención del espectador por la conseguida combinación de su hornacina y ventana, situada entre dos pilastras, que se corresponden con las anteriores. La hornacina es originalísima, con la mezcla de arco de medio punto y cornisamento, sostenido por una especie de ático del cual surge la ventana en cuya ornamentación figuran placas semicirculares, figuras decorativas de la época. A ambos lados, partiendo de unos mascarones, pende profusa decoración de espirales, formando un motivo ornamental que se repite, con algunas variantes, en el retablo mayor de San Pelayo de Antealtares de Compostela.
En el último cuerpo se halla el escudo de la Esclavitud: una “ese” mayúscula atravesada por un clavo, terminado con la cruz de Calatrava.
Las torres denotan la influencia de las del Obradoiro, aunque la lisura del primer cuerpo y el empleo exclusivo de placas en la decoración de los restantes le dan un carácter particular.
Los pináculos de la magnífica escalera que mereció ser copiada en uno de los edificios de la Exposición Barcelona, se relacionan íntimamente, aunque algo simplificados, con los de Fernando de Casas, en la citada fachada del Obradoiro.
El origen compostelano del Santuario de La Esclavitud es, pues, clarísimo, en cuanto a arquitectura se refiere.
RETABLOS. Merece especial mención el retablo mayor, en que se conserva “la milagrosa imagen de la Virgen”, es de gran riqueza y fastuosidad. Consta de tres cuerpos de planta muy movida y conseguida impresión de profundidad, tan del gusto de los arquitectos barrocos en la distribución de sus distintos elementos. El primer cuerpo puede considerarse, a su vez, subdividido en tres calles, cuyas partes esenciales están integradas por los soportes (pilastras y estípites profusamente decorados) con su correspondente entablamento, salpicados de mutilos y la gran placa, sobre atrevidos recortes barrocos, que sirve de nicho al expositor, restaurado recientemente, según trazas del gran escultor Asorey.
Disposición parecida tiene el segundo cuerpo, con la diferencia de sustituir los estípites, que a cada lado limitan la calle central del primero, por dos pilastras y dos volutas, en cuyas combas respectivas se sitúa un ángel, y los recortes barrocos del centro por dos estípites que avanzan respecto a los anteriores, logrando con ambas innovaciones el sentido de la verticalidad, típica del barroco gallego y un afortunado juego de luces, que atrae la atención hacia la hornacina de la Virgen, pletórica de gracia en la talla de sus numerosos angelillos y rematada por un pabellón, en forma de corona, que la sirve de dosel.
Ajustándose a la superficie circular de la bóveda, el último cuerpo presenta un carácter esencialmente ornamental, en el que juega papel importante la gran placa, con la figura de la Caridad y el escudo del Santuario en relieve, que, avanzando sobre la corona descrita, impone una composición triangular a los elementos fundamentales del retablo.
En los muros del crucero orientados hacia el Este hay otros dos retablos gemelos, de formas análogas a las del mayor y con la misma tendencia a la composición triangular, favorecida por no tener aquí que adaptarse a la forma circular impuesta por la bóveda.
Unos u otros responden a la serie de características del retablo compostelano, inmediatamente anterior a la introducción del rococó y del neoclasicismo.
Por último, frente a frente en los muros Norte y Sur del crucero, se sitúan otros dos retablos, neoclásicos y de orden corintio, que no ofrecen más particularidad que la de adornar los tímpanos de sus frontones con las representaciones del Espíritu Santo y el ojo de la Providencia respectivamente.
LA IMAGEN DE LA VIRGEN. La imagen de la Virgen que, en 1582, hizo el escultro Don Juan Pérez Mondragón ha llegado a nuestros días, con la advocación, según ya se ha explicado, de La Esclavitud, y se venera en el retablo mayor del Santuario. Es una escultura de granito, de menos de un metro de altura. La Virgen de pie, sostiene al Niño con el brazo izquierdo, mientras que con el derecho le ofrece una fruta del país. Ella viste túnica, amplio manto que desde la cabeza cae sobre la espalda y cruza por delante la parte inferior del cuerpo para recogerse en su brazo izquierdo, y velo que le cubre la cabeza y se anuda sobre el pecho. El niño tiene sencilla túnica, iconográfica y estéticamente parece relacionarse algo esta imagen con las de Cornielis de Holanda, escultor establecido en Santiago en la primera mitad del siglo XVI. El relativamente corto canon de la figura, la disposición de la túnica cayendo sobre la peana y dejando al descubierto únicamente uno de los pies y el mismo sentido del volumen, así lo acreditan.
(Parte de la reseña histórica de la Novena de Nuestra Señora de la Esclavitud, 1968)