Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, B
El evangelio de este domingo nos presenta una de esas escenas en las que Jesús desenmascara las apariencias y va directo al corazón. Nos invita a fijarnos no solo en lo que se da, sino en cómo y desde dónde se da. Los escribas, tan pendientes de la imagen y del estatus, han olvidado la esencia de la fe: servir, no servirse. La viuda, por otro lado, da desde la generosidad pura, sin reservas ni necesidad de ser vista. Con ese pequeño acto, ella nos enseña que Dios ve más allá de lo que el mundo considera importante y valora la entrega sincera.
Jesús aprovecha esta escena para hacernos reflexionar sobre nuestras propias motivaciones y nuestra relación con lo material. Muchas veces damos lo que nos sobra, como si eso bastara para cumplir, pero nos cuesta ofrecer desde el corazón. La viuda nos inspira a confiar y dar lo mejor de nosotros, aunque parezca poco, porque para Dios, no se trata de la cantidad, sino del amor y la entrega con los que compartimos. ¿Y tú, qué estás dispuesto a dar, incluso en tu necesidad?