Domingo XVII del Tiempo Ordinario, B
El Evangelio de hoy, que nos narra la multiplicación de los panes y los peces, nos invita a reflexionar sobre la profunda necesidad humana de saciar no solo el hambre física, sino también las carencias espirituales y emocionales. Jesús, consciente de la multitud hambrienta, no solo ofrece alimento para el cuerpo, sino que también simboliza el «otro alimento» que puede llenar nuestras vidas en todas sus dimensiones. Al tomar los cinco panes y los dos peces, bendecirlos y repartirlos, Jesús nos muestra que, en sus manos, lo poco que tenemos puede convertirse en abundancia, no solo material, sino también de amor y esperanza.
Este milagro nos desafía a mirar más allá de nuestras propias necesidades y a ser sensibles a las carencias de los demás. En un mundo donde, gracias a la tecnología y los avances científicos, se pueden producir suficientes alimentos para todos, es inaceptable que aún haya quienes mueran de hambre. Jesús nos llama a compartir, a no desperdiciar, y a ser generosos con nuestros recursos. Nos invita a ser sus discípulos en la práctica de la solidaridad, ayudando a quienes nos rodean y saciando las diversas hambres que existen: de compañía, de apoyo, de comprensión. Que este domingo sea una oportunidad para renovar nuestro compromiso con el prójimo, convirtiéndonos en instrumentos de su amor y providencia.