VII Domingo del Tiempo Ordinario
En este pasaje del Evangelio, Jesús nos invita a vivir el amor en su forma más radical: amar a quienes nos han herido y hacer el bien sin esperar recompensa. Su llamada a presentar la otra mejilla y a tratar a los demás como quisiéramos ser tratados rompe toda lógica humana y nos impulsa a un amor que va más allá de la justicia, entrando en el terreno de la misericordia. Aquí, el amor cristiano no es sentimiento, sino decisión y entrega: hacer el bien incluso a quienes no lo merecen, porque así es como actúa Dios con nosotros.
Además, Jesús nos anima a ser generosos en el perdón y la misericordia, recordándonos que la medida que usemos con los demás será la que se use con nosotros. Esta enseñanza nos ayuda a examinar nuestro corazón: ¿Juzgamos o comprendemos? ¿Condenamos o perdonamos? Seguir este camino no es fácil, pero es el único que nos hace verdaderamente hijos del Padre, que es compasivo y bondadoso con todos. Que esta palabra nos inspire a vivir la generosidad, el perdón y el amor sincero en nuestra vida cotidiana.