Parroquias: Padrón
Deliciosa y pintoresca villa que prefirió á su antiguo nombre celtoromano el que en la actualidad tiene, por una reliquia inestimable que encierra en su seno, el padrón, al cual los discípulos del Apóstol ataron la barca en que traían desde Joppe el cuerpo de su santo Maestro, padre en la fe de los españoles, que le aclaman por Patrono suyo especialísimo. De aquí derivan algunos la denominación moderna de la antigua Iria Flavia.
Subsiste tan interesante objeto debajo del altar mayor de la parroquia. Hasta elaño de 1600, escribe Huerta en sus Anales de Galicia, tuyo rejas, que embarazaban se tocase, porque no le consumiese la devoción de los peregrinos. Para venerarle se baja hoy por una escalerilla que hay detrás del frontal del altar mayor. Tiene de alto el padrón ó pedrón, como se llama en documentos antiguos, dos metros cincuenta y un centímetros de ancho, sesenta y tres centímetros de grueso, treinta y cinco. En una de sus caras había una inscripción romana de la cual sólo se conservan algunos caracteres, distribuidos en cuatro de las diferentes líneas d que constaba, de la manera siguiente, según copia de nuestro ilustrado amigo Don Antonio López Ferreiro:
†
I H S
N O
O R I
E S E S
D S P
Los Sres. Fita y Guerra creen que debe leerse é interpretarse así: (Neptu?) no Orieses de suo posuerunt . (A Neptuno los orieses pusieron á sus expensas este monumento).
Aquí donde está el pedrón bendito, descansó, apenas le sacaron de la nave, el cuerpo del Apóstol. Por esto, y para perpetuar el feliz suceso, el obispo Teodomiro y Alfonso el Casto levantaron en aquel mismo sitio una iglesia pequeña y pobre, como la de Santiago, que otra cosa no permitía la calamidad de los tiempos. Siglos andando, el arzobispo D. Diego Gelmírez, leemos en la Crónica gallega de Iria, desfizo una eigreje muy pobreciña, que estaba ende feita na Ribeira de Sar, onde poseron ó corpo de Santiago cado ó deceran da nave; é por honra de tan grande hóspede con grande industria reparou e fizo una muy boa eigreje con tres cabezas é tres altares: ó de medio á honra do Apóstolo Santiago, porque cando é deceran da nave, ende fora recebudo o suo corpo; un á honra de Sancta María Salomé; y outro de San Joan apóstol y evangelista. Y a dita eigreje assi feita, posso nela candieiros é ornamentos competentes ao culto ecresiástigo.
La iglesia parroquial de Santiago ha sido reedificada sobre los cimientos en nuestros mismos días. En la nave del evangelio, á la derecha, entrando por la puerta lateral, se ve empotrada en el muro la siguiente inscripción, único resto de la fábrica de Gelmirez: D.CP. ECCLE. P. RECNV IN ER MCLXXI, que creemos debe leerse así: Didacus, Compostellanae Ecclesiae Praesul reconstruxit in aera millesima centesima septuagesimaprima (Diego, prelado de la Iglesia Compostelana, la reedificó en la era de 1171 (año de 1123).
A pocos pasos de la iglesia, está la orilla del río adonde aportó la nave venturosa. Llámase todavía Barca. En aquella misma orilla contemplaba el peregrino de los pasados tiempos otro monumento venerando: era una gran piedra en que los Discípulos colocaron el cuerpo del santo Apóstol al sacarle de la nave. La peña se ablandó, y de suyo hizo concavidad, donde el bendito cuerpo quedó encerrado como en sepultura. Y esta peña se tiene aún hasta agora en gran veneración y la visitan los peregrinos á la ribera del río Sar en el Padrón. De la misma piedra había candado á mediado del siglo XVI el licenciado Francisco de Molina, canónigo de Mondoñedo y autor de una Descripción de Galicia:
También notaremos por admiración
aquel buen sepulcro ó rico palacio
donde, pasadas mil leguas de espacio,
vino el Apóstol á dar al Padrón.
Donde acabada su navegación,
poniendo su Cuerpo allí en una peña,
luego la piedra se abre, y enseña
ser un sepulcro de gran devoción.
Los peregrinos arrancaban pedazos de ella, y temiendo los vecinos del Padrón que de esta suerte acabaría por desaparecer, arrojáronla al río, cuyas arenas la cubren en la actualidad.
De aquí el peregrino pasa á visitar otros lugares que recuerdan la presencia del santo Apóstol. Todos están de la otra parte del río Sar, al oeste, en el cercano monte, dicho Santo, de Santiago, y también de san Gregorio, por un ermitaño de este nombre, que acabó allí sus días entregado á la oración y penitencia. El primero es una devotísima capilla, erigida en el sitio donde, según la tradición, el santo Apóstol habitó todo el tiempo que se detuvo en Iria Flavia, para convertir aquél y los pueblos comarcanos á la fe de Jesucristo. Debajo del altar nace una fuente “con gran golpe de agua, la más fría y delicada que yo vi en toda Galicia”, escribe Morales. Beben de ella con gran fe los peregrinos y los naturales de aquellos contornos, que la buscan en sus dolencias y la emplean, con prodigiosos resultados, para extirpar los insectos de las heredades. “Tiénese por tradición, escribe Castellá Ferrer, que teniendo el Apóstol allí falta della (porque no hay otra en la montaña) le dijeron los gentiles que si tantas grandezas decía del Dios que predicaba, porqué no le pedía le diese allí agua, pues le faltaba; y que entonces él, invocando el nombre de Jesús, hirió en la peña, y nació esta fuente, abundante de linda y clara agua: es su manantial siempre en una misma cantidad, así en invierno como en verano: nace enfrente del oriente: hízose después el altar de la ermita sobre su nacimiento: tienen con ella gran devoción los comarcanos, y de todo el contorno la van á buscar para sus enfermedades, y los sana dellas, particularmente de calenturas.
Visitó la capilla y el manantial por los años de 1484, el viajero prusiano Nicolás Popielovo, que da cuenta de su peregrinación á estos lugares en los siguientes términos: “Luego, próximo á un domingo, me fui unas cuatro millas alemanas á El Padrón, donde he visto la silla en que se había sentado Santiago, y otra también, sobre una alta montaña, donde predicó y donde se edificó una pequeña iglesia. Abajo nace un manantial, que Santiago hizo brotar con su bastón”. Continuando la subida al monte, encuéntranse unos grandes peñascos, con la imagen de nuestro Santo encima y restos de una cruz. Según una tradición inmemorial, los grandes agujeros que se ven en las piedras abriólas el Apóstol con su báculo, para libarse de la persecución de los infieles.
“Este lugar, escribe Ambrosio de Morales, visitan los peregrinos, como muy principal de su romería, subiendo de rodillas las gradas que están cavadas en la peña, y rezando en cada una, y pasando tendidos por aquellos dos agujeros de que comúnmente el vulgo con una simplicidad devota, dice que se ha de pasar en vida ó en muerte”. Aún hoy no es decible la devoción con que los peregrinos portugueses visitan aquel sitio y el empeño que ponen en pasar por los agujeros. Aquí en Padrón, dice Erych Lassota de Steblovo, por arriba del río que corre primeramente á la villa, llamado río de Padrón, se ve en una altura una roca que se abrió algunas veces para recibir á Santiago perseguido por los paganos, donde encerrado evitaba sus persecuciones.
A mayor distancia de la capilla hay otra gran piedra con una cruz. Llámase altar de Santiago, porque allí, como consigna también la tradición, celebraba el Apóstol el incruento sacrificio.
Desde aquellas alturas descúbrese un paisaje sumamente pintoresco, “y cierto, añade el piadoso autor del Viaje Santo, considerado el sitio y la hermosa vista que allí hay á la ciudad, que está abajo en lo llano, y á toda la ancha hoya, llena de grandes arboledas y frescuras de más de dos leguas en largo, lugar es aparejado para mucha contemplación”.
Padrón es, en efecto, una hermosa villa, situada en una magnífica vega, fértil en cereales, legumbres y frutas, allí donde el Sar da al Ulla el tributo de sus aguas. Tiene un bonito paseo, con jardines, y lindas casas de campo en los alrededores.
En el antiguo convento de Carmelitas descalzos, situado en la parte más alta de la población, hállanse establecidos hoy los Padres Dominicos, celosos e infatigables en el púlpito y el confesonario, adonde acuden á purificar sus conciencias de todos los pueblos de aquellos contornos y de otros muchos más distantes. No contentos con esto y á pesar de las múltiples obligaciones de su instituto, los hijos beneméritos de Santo Domingo recorren el país anunciando la divina palabra; y, Galicia entera es deudora de frutos inmensos que con sus misiones alcanzan aquellos hombres apostólicos. La biblioteca, que de día en día recibe notables incrementos, es numerosa y escogida. La iglesia, hermosa fábrica de estilo greco-romano, está enriquecida con preciosas imágenes, entre las cuales llama la atención un san José, de Ferreiro. Desde el atrio se disfruta de una vista panorámica admirable.
(José M. Fernández Sánchez y Francisco Freire Barreiro, 1885)