Domingo de Ramos
Con el Domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa, es el domingo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. El pueblo aclama al Señor como el Mesías, como el Salvador: «Bendito el que viene en nombre del Señor», hemos leído en la lectura de antes de la procesión, pero con muy buen criterio la liturgia nos propone para nuestra reflexión en este día la pasión de Jesús, por eso, acabamos de escuchar el relato trágico de su muerte. Es la paradoja de Jesús, es la paradoja de toda su vida y de todo su existir. Que contradicción entrada triunfal y condena a muerte. En el fondo no hay tal contradicción Jesús va a Jerusalén a culminar su misión, a terminar lo que había comenzado, y la culminación pasará por el calvario y terminará en el sepulcro vacío.
En Jesucristo, el Hijo amado de Dios, se cumplen las promesas hechas por Dios a la humanidad. Jesús no se limita a hablarnos del amor de Dios, lo cual hizo muchas veces a lo largo de su vida pública: sino que Él es el amor de Dios. Jesús, Es la demostración mas clara del amor de Dios. La cruz, aunque nos cueste creerlo, es sencilla y llanamente el amor de Dios a todos.
Jesús nos invita a acompañarlo un año mas en su pasión, muerte y resurrección, ¿hasta donde estoy dispuesto a llegar?, ¿me atreveré a ayudarlo como el Cirineo?, ¿limpiaré su rostro como la Verónica?, ¿estaré al lado de la cruz?, o ¿lo miraré de lejos, y escondido entre la multitud para pasar desapercibido?, ¿me dará vergüenza confesar delante de todos que soy discípulo suyo?