Domingo 13º del Tiempo Ordinario B
En el Evangelio de hoy, encontramos dos ejemplos conmovedores de fe y necesidad humana: Jairo, un jefe de la sinagoga, y una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Ambos se acercan a Jesús en momentos de desesperación y dolor. Jairo, a pesar de su posición social y prestigio, no duda en postrarse a los pies de Jesús para rogar por la vida de su hija. La mujer, por otro lado, vive en la marginación debido a su enfermedad, y con una fe inquebrantable, se atreve a tocar el manto de Jesús, creyendo firmemente en su poder sanador. Estos actos de fe nos enseñan que, sin importar nuestra condición social o las barreras que enfrentemos, Jesús está siempre dispuesto a escucharnos y a brindarnos su ayuda. La fe de estos dos personajes no solo les permitió experimentar el milagro de la sanación, sino que también nos recuerda que debemos acudir a Jesús con confianza plena, sabiendo que Él nunca nos defraudará.
Esta narrativa nos invita a reflexionar sobre la profundidad de nuestra propia fe. Muchas veces, nuestra fe puede ser superficial o condicionada por nuestras circunstancias. Nos acercamos a Jesús buscando respuestas y soluciones, pero no siempre estamos dispuestos a aceptar sus designios. La fe auténtica implica reconocer la presencia de Dios en cada momento de nuestra vida, aceptar sus planes por encima de los nuestros y confiar en Él incluso cuando parece ausente. Al igual que Jairo y la mujer enferma, estamos llamados a dar pasos valientes hacia Jesús, a buscar un encuentro personal con Él que transforme nuestra realidad y nos llene de esperanza. Hoy, al igual que los apóstoles, pedimos: “Señor, auméntanos la fe”, para que podamos vivir con confianza y entrega total a su voluntad, sabiendo que en Él encontramos la paz y la sanación que necesitamos.